lunes, julio 21, 2008

Adiós jardín querido...


Hola...

Ya casi me voy de mi universidad, mañana es el último día, creo, sólo iré por una calificación y luego iré 4 sábados más al curso del EGEL, y se me acabó la universidad!

Creo que voy a llorar, ya no veré a ciertas personas a las que me encantaba ver, ya no seré una alumna de la U de O, ya no madrugaré todos los días, ya no correré para alcanzar el camión de las 6 am, ya no me quejaré del sol en la cara en el camino de vuelta a casa, ya no renegaré porque no hay agua en los enfriadores de la escuela, ni porque no hay papel en el baño, ni porque el señor de la copiadora no aparece, ni por los problemas con los cambios de salón que nos hacían cada trimestre, ni porque se me pasaba el tiempo para entregar los libros en la biblioteca, ni por los conflictos que hubo en mi salón, ni por las discusiones con el jefe de departamento por la asignación de maestros, ni otras cosas que ahora no recuerdo.. vino a mi mente la canción que cantamos cuando salimos del kínder, decía "Adiós jardín querido, ya tengo que alejarme, mas un recuerdo hermoso en mi alma llevaré...", muy triste, odio las despedidas.

Hasta pronto.

miércoles, julio 16, 2008

El día que me volví invisible...

Amigos, esto es algo que encontré en algún sitio interesante, espero que les sirva para reflexionar, a mí me encantó. Ah, es de la autoría de la mexicana Silvia Castillejos Peral. (Gracias amigo!).

No sé que día es; en esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los días están hechos una maraña; me acuerdo de esos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos, que colgábamos al lado del tocador.
Ya no hay nada de eso, todas las casa antiguas han desaparecido; y yo, yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta.
Primero me cambiaron de recámara, pues la familia creció; después me pasaron a otra aún más pequeña, acompañada de una de mis biznietas; ahora ocupo el cuarto de los trebejos, el que está en el patio de atrás.
Prometieron cambiarle el vidrio roto de la "ventana" pero se les olvidó, y todas las noche por allí se cuela el vientecillo helado que aumenta mis dolores reumáticos.
Desde hace mucho tiempo tenía intensiones de escribir, pero me he pasado semanas buscando una pluma, y cuando al fin la encontraba, yo misma volví a olvidar en donde la había puesto.
A mis años, las cosas se pierden fácilmente; claro que es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque yo estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen.
Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos, no me contestan; todos platican sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos, escuchando atenta lo que dicen; a veces intervengo en la plática, segura de lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno, y que les van a servir de mucho mis consejos.
Pero, no me oyen, no me miran, no me responden; entonces, llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de zafé; lo hago así, de pronto, para que comprendan de que estoy enojada, para que se den cuenta de que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón; pero nadie viene.
El otro día les dije que cuando me muriera entonces sí que me iban a extrañar; el niño más pequeño dijo: "¿A poco tú estás viva, Abue?"; les cayó tan en gracia, que no paraban de reír.
Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y ni los buenos días me dio; fue entonces que me di cuenta de que soy invisible, me paro en medio de la sala para ver si aunque estorbe pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren a mi alrededor, de un lado para otro, sin tropezar conmigo.
Cuando mi yerno se enfermó tuve la oportunidad de serle útil; le llevé un té especial que yo misma le preparé; se lo puse en la mesita y me senté a esperar a que se lo tomara; solo que siguió viendo la televisión haciendo como que no se daba cuenta de mi presencia; el té, poco a poco, se fue enfriando; mi corazón también.
Un viernes se alborotaron los chamacos y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo; me puse muy contenta; ¡hacía tanto tiempo que no salía, y menos al campo!
El sábado fui la primera en levantarme; quise arreglar mis cosas con calma; los viejos nos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos.
Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban bolsas y juguetes al coche; yo ya estaba lista y, muy alegre, me paré en el zaguán a esperarlos.
Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en el bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabría en el coche o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a gusto por el bosque; sentí como mi corazón se encogió.
La barbilla me temblaba como cuando una ya no se aguanta las ganas de llorar; vivo con mi familia y cada día me hago más vieja, pero cosa curiosa, ya no cumplo años; nadie me lo recuerda; todos están ocupados.....Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes.
Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan; yo ya no sé a que saben los besos; antes me besuqueaban los chiquitos, era un gusto enorme el que me daba tenerlos en mis brazos, como si fueran míos; sentí su piel tiernita y su respiración dulzona muy cerca de mí.
La vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creía recordar; pero un día, mi nieta Margarita, que acababa de tener a su bebé, dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños por cuestiones de salud; ya no me le acerqué más, no fuera a ser que les pasara algo malo a causa de mis imprudencias; ¡Tengo tanto miedo de contrariarlos !
Sin embargo, aunque los quiero mucho, voy a causarle un último contratiempo; mañana que es domingo, y no están atareados, se encontrarán con una sorpresa; ya tengo entre mis manos el frasco de pastillas que voy a tomar, y no lo suelto con eso de que todo se me pierde; lo haré en la sala, para que me encuentren pronto.
Dios quiera que tengan dinero para mi ataúd y no me guarden un mal recuerdo; yo los bendigo a todos y los perdono, porque: ¿qué culpa tienen los pobres de lo que yo me haya hecho?; les dejaré éste papel para que tomen sus precauciones; con tantas cosas que inventa hoy, estoy segura de que habrá algo que quieran comprar para que siempre sean vistos y escuchados; para que el día de mañana no tengan que morirse estando muertos desde antes.....como YO.

viernes, julio 11, 2008

Lo haces o no lo haces?


Qué pasa cuando quieres hacer algo y sabes que te va a beneficiar pero no lo haces por miedo??

Te avientas o no lo haces??

lunes, julio 07, 2008

Soy un ángel...

Hola!!!

Yo sé que soy un ángel, no tanto así como un ángel, claro que a veces tengo mis arranques demoníacos, pero son pocos, la mayor parte del tiempo soy tan adorable y celestial como los ángeles, aunque algunas personas no lo crean, yo sé que sí, y con eso basta.

Hoy fue un buen día, siempre hago lo que quiero.

Muérete a las doce

Hola!, este es un escrito extraído del libro "Mi extraño mundo", de Osvaldo León, me encanta, es uno de mis favoritos. Disfrútenlo. Por más que quiero asociar a Osvaldo con estas líneas extrañas no lo logro, no sé por qué pero no me imagino que él lo haya escrito, pero sé que sí, y le quedó muy bien, de lo mejor que hay en su libro.

"Muérete a las doce"

Corazón de sangre.
No me hagas quedar mal. Sigue respirando. Toma un poco de agua y olvida las noches de insomnio.
No me digas que te has cansado. Apenas amanece. Faltan casi tres horas para tomar nuestras maletas y hacer el café.
El tren llega a las seis de la mañana. Justo cuando el Sol empieza salir y la Luna se termina de esconder.
No te pongas ropa amarilla. Desconfía de tu belleza y opta por usar algo discreto. Algo que la gente ignore. Algo que nadie pueda descubrir.
Subiremos al tren cinco minutos antes de las siete. Cuando éste empiece su camino, volveremos la mirada atrás para tomar tres fotografías. Y tener algo que recordar cuando nuestra memoria se pierda entre las noches calurosas, entre los días de frío y entre las tardes nubladas.
Llegaremos a la isla alrededor de las ocho de la noche. O poco antes de que la luminosidad del sol se pierda bajo la luna.
No me hagas quedar mal. Aguanta un poco más.
Prometimos conocer juntos la isla y no te puedes ir así como así. El aire de allá sabe diferente. Las noches son más oscuras y casi no hay gente.
Cenaremos pan tostado y media taza de café. Cantaremos 10 canciones y compondremos 10 más. Poemas, haremos a morir. Daremos vida a estas 20 cosas y a otras 20 cosas más.
Mientras nos miramos no me dirás que te sientes mal. Te daré oportunidad de que te rías de mí, que me llames loco hasta que tu piel se enfade de mí. No me dejarás solo. Te morirás a las 12. Una vez que yo ya me haya dormido y no perciba tu ausencia. No me digas que no.
Muérete a las 12 para no sentir tu olvido. No quiero verte sin que tú me mires. No quiero reírme sin que tú rías. No quiero hablarte y que me ignores. De ser así, mi risa, mi mirada y mis palabras se morirían contigo…
Muérete a las 12. No me dejes hablando solo. Muérete cuando yo ya no me dé cuenta. Cuando entre el silencio te escriba una carta. Muérete y no hagas ruido. No llames mi atención, no busques mi respiración ni grites mi presencia.
Ignora lo tonto que he sido. Haz de cuenta que estoy ciego y no puedo mirarte. Piensa que soy un extraño viviente sin pasado ni presente.
Muérete mientras el sueño se adueña de mí.
No voltees mi mirada. Muérete cuando yo esté ocupado, cuando el trabajo me agobie y no tenga tiempo de pensar en ti, aunque pensar en ti sea mi trabajo.
Muérete por la noche, cuando la luz se apague y nuestros cuerpos se abracen. Muérete y no me digas que te mueres. Dime que dormirás no sé qué tantas horas. Que despertarás dentro de no sé cuántos años más.
Dame tiempo de olvidarte y olvidarme de tu muerte.
Me haré a la idea de tu sueño y podré seguir mi vida.
Pero no te mueras antes de las 12. A las 12, prometo soñarte y soñando despertaré contigo.
Muérete bajo los sueños. Las 12 es un buen momento para soñar y luego despertar.
Cuando pasen los años, seguramente te volveré a encontrar. De nueva cuenta nuestros ojos se cruzarán y tú pensarás que sigo siendo quien fui. El mismo loco que baila como si nadie lo mirara y canta como si nadie lo escuchara…
Quizá para entonces ya esté viejo y con unas arrugas de más. Estaré solo o con algunos nietos de más.
Sin importar formas ni medidas, volveremos a ser como fuimos.
Así como tú y yo nos descubrimos…
Pero muérete a las 12…
¿Me prometes que lo harás?